El azote de la corrupción

Por Daniel Muchnik. Integrante del Club Político Argentino.


No por recurrente deja de ser un tema relevante al que se le debe seguir prestando atención. Ya se sabe que la sociedad argentina no jerarquiza, no condena como se debiera a la corrupción.

Me refiero a los delitos cometidos por funcionarios públicos, porque la corrupción individual está ampliamente difundida en la trama cotidiana de nuestra sociedad. Empresarios que obtienen ventaja sobre otros, vulnerando las reglas del juego capitalista. Profesionales que dañan a sabiendas a clientes o pacientes. Estudiantes y profesores que falsifican exámenes. Un gobierno que llega a mentir sólo para conseguir perdurabilidad.

Hay situaciones que llevan a la humorada. La coima está generalizada en todos los ámbitos. Hace dos meses, la AFIP informó que cuatro de cada diez titulares de autos de alta gama (cuyo precio supera los 180.000 pesos) eran monotributistas evasores con mayúsculas.

Las grandes obras públicas y hasta muchas privatizadas dejan margen para la sospecha sobre el origen y destino de los fondos. No es que constituyamos una excepción. En todo el mundo, la corrupción crece exponencialmente y en relación directa con la crisis económica, la codicia de los banqueros que gestaron el actual desastre mundial, la envidia y la pérdida de valores indispensables.

Hay testimonios históricos que ya advierten sobre mentiras, estafas y corrupción en el origen de las civilizaciones, en la Mesopotamia. Por ejemplo, monarcas que se quejan de no haber recibido la totalidad de las joyas que según una severa contabilidad deberían haber ingresado en sus cofres, giradas desde alguna de sus posesiones y que se "perdieron" en el desierto...

El fraude corporativo hoy obliga a crear sistemas de salvaguarda inauditos, en América latina y en la Argentina, según informes de The Economist Intelligence Unit. Ha crecido el robo de activos físicos y venta de información confidencial a la competencia. De la misma manera, se multiplicaron fraudes con proveedores o compradores en áreas sensibles como son compras, marketing y ventas. El 70% de las empresas involucradas en esos informes dicen ser vulnerables a distintos actos de corrupción.

El peligro para cualquier país y sus habitantes es justificar la corrupción, hacer la vista gorda, considerar que todo el mundo la padece, no ubicarla en el lugar que corresponde, que es el de explícito atentado contra el interés público. La corrupción es el ejemplo más patético de quedarse con lo que es público. Es un acto que degrada, que humilla, que da pie a la impunidad total: aquí no ha pasado nada. Se corrompió "para la Corona", para "poder hacer política", para "provecho propio", porque dos o tres millones de dólares no afectan las cuentas públicas.

En los últimos años, han sido publicadas varias investigaciones, que firman reconocidos periodistas, sobre personajes y sus actos de corrupción. En esos libros están todos los datos y constancias. Pero la Justicia va más lenta que las conclusiones que pueden obtenerse leyendo detenidamente esos trabajos. O bien se exime de condena, acción que motiva el escepticismo general.

Es posible que otros países, tradicionalmente democráticos, se empeñen en mostrar la guerra contra la corrupción para silenciar otros escándalos. Pero por lo menos actúan. Un ex presidente de Israel, Moshé Katzav, fue condenado a siete años de prisión por los delitos de violación, acoso sexual y obstrucción de la Justicia. Un renombrado ex presidente de Francia, el neogaullista Jacques Chirac, quien supo estar a cargo de la intendencia de París, fue condenado a dos años de prisión por un delito considerado de poca monta: creó 21 empleos municipales inexistentes para enviar dinero a su movimiento político. Chirac, de 80 años, con grave deterioro de su salud, dice ahora no recordar nada. Pero, en realidad, tenía cuentas pendientes por escándalos económicos autorizados por él mismo, donde participaron algunos de sus subordinados en tiempos de la alcaldía, que fueron oportunamente sancionados.

El yerno del rey Juan Carlos de España, Iñaki Urdangarín, quien obtuvo el título de duque por casarse con la infanta Cristina, tiene que hacer frente a acusaciones gravísimas. Están en juego 11 millones de euros por malversación de caudales públicos, prevaricato y falsedad documental. Los jueces de la península no dudaron en arrinconarlo y la imagen de la Casa Real ha sufrido un gran deterioro.

El presidente de Alemania, Christian Wulff, admitió haber ocultado un préstamo de medio millón de euros "especialmente otorgado" y no haberlo comunicado públicamente y ante sus pares políticos. Quien termina perdiendo es el gobierno de Angela Merkel, quien está abatida por cientos de problemas derivados del colapso financiero europeo.

Está visto que la corrupción no se evita con decretos. Se batalla contra ella si la sociedad quiere extinguirla. De lo contrario, reina sin escrúpulos. © La Nación.

El autor es periodista especializado en economía y licenciado en Historia, integrante Club Político Argentino del que también forma parte el Dr. Guillermo Yanco. 

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1437311-el-azote-de-la-corrupcion

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